La materia orgánica como el humus o el estiércol es un elemento imprescindible en el suelo, ya que aporta múltiples beneficios para las plantas, destacando sobre todo los siguientes:

  • mejora extraordinariamente la textura del suelo, especialmente si son muy arenosos o muy arcillosos (ver Capítulo 2), ya que en el caso de suelos arenosos contribuye a la formación de agregados (los terrones), además de facilitar la retención del agua, mientras que en el caso de suelos arcillosos hace que las partículas se separen entre sí, lo que dará lugar a la aparición de un suelo más “esponjoso” que permitirá que el agua y el aire circulen mejor a través de los poros de la tierra,
  • aporta compuestos hormonales que inducen al crecimiento de las raíces y, por consiguiente, a un mejor desarrollo de la planta,
  • aumenta la fertilidad del suelo, ya que a medida que se descompone esa materia orgánica libera nutrientes (como nitrógeno, fósforo o azufre entre otros) que pueden ser absorbidas directamente por las plantas,
  • contribuye a regular el pH del suelo manteniéndolo en sus óptimos para las plantas (6,5-7,0),
  • aumenta la actividad biológica del suelo al proporcionar alimento a microorganismos (bacterias y hongos micorrízicos) beneficiosos para las plantas, incluido las lombrices terrestres (ver Capítulo 3),
  • y hacen posible la formación del complejo arcillo-húmico, convirtiéndose dicho complejo en una importante fuente de suministro de elementos minerales para las plantas.

 Con respecto al complejo arcillo-húmico, desde el punto de vista físico-químico no debería de formarse ese complejo, ya que tanto la arcilla como el humus tienen cargas negativas, por lo que al repelerse entre sí deberían de estar separadas dentro de la humedad de suelo, pero sin embargo están unidas…, ¿por qué?

Pues la explicación a esa unión anómala se debe a que tanto la arcilla como el humus atraen cada uno por su cuenta a los cationes (elementos con carga positiva) que están presentes en el agua del suelo como el calcio (Ca+), el hierro (Fe+), el magnesio (Mg+) o el potasio (k+), atrayendo a su vez los cationes que están sobre la arcilla al humus (recordemos, tiene carga negativa) que se encuentra en sus inmediaciones y viceversa, originándose finalmente una masa de consistencia gelatinosa al tacto de la mano que se denomina complejo arcillo-húmico (figura inferior).

Por consiguiente, ese complejo arcillo-húmico se convierte en una de las mayores reservas de nutrientes para las plantas, ya que atrae y retiene sobre su superficie cationes que son fundamentales para el desarrollo de las plantas.

¿Y cómo consiguen las plantas absorber esos cationes del complejo arcillo-húmico?

Gracias a la fotosíntesis las plantas producen cationes como el H+ que son liberados al suelo a través de sus raíces, permitiendo de esta manera que se produzca un intercambio de cationes entre la planta y el complejo arcillo-húmico, ya que los cationes de H+ liberados por la planta se dirigen al complejo arcillo-húmico, facilitando de esta manera que un catión (por ejemplo, un Ca+) se desprenda del complejo arcillo-húmico y se dirija a las raíces, tal como se puede observar en la siguiente figura, siendo a continuación ese Ca+ absorbido por la planta.

¿Y qué ocurriría si nuestro suelo tuviese poca o nula cantidad de materia orgánica? Pues que no se formaría tan fácilmente ese complejo arcillo-húmico, por lo que muchos cationes no quedarían retenidos sobre su superficie y serían arrastrados por el agua de riego o las lluvias hacia zonas más profundas del suelo, en donde muchos de esos elementos minerales ya serían inaccesibles para las raíces, por lo que tendríamos unos suelos pobres en nutrientes para las plantas.

¿Y qué porcentajes de materia orgánica serían los óptimos para un suelo?

Para conseguir unos adecuados complejos arcillo-húmicos en los suelos de nuestros setos (¡¡y también para nuestros suelos agrícolas!!), es conveniente tener unos porcentajes en torno al 5% de materia orgánica en sus primeros 20 centímetros de profundidad (equivalente a la profundidad de mezcla a la cual llegaría un rotovator), no debiendo nunca de ser inferior al 2,5%.

A continuación, exponemos un ejemplo práctico de cálculo de materia orgánica que se debería de introducir por primera vez en el suelo de un seto que rodee una hectárea de cultivo: 

  • una hectárea tiene un perímetro de 400 metros de longitud (100 x 100 metros),
  • si consideramos un seto que rodee la totalidad de ese perímetro y que tenga a su vez un metro de anchura (lo ideal sería unos 5 metros de anchura), tendremos una superficie de suelo de 400 m2 (400 m x 1 m),
  • la profundidad de mezcla de la materia orgánica será de 20 cm, por lo que tendremos un volumen de suelo de 80 m3 (400 m2 x 0,2 m),
  • lo que significa que deberemos de aportar un volumen de materia orgánica de 4 m3 (80 m3 x 5%).

¿Y cómo podemos resolver el problema de tener que aportar otra vez materia orgánica cuando el nivel de materia orgánica esté por debajo del 2,5% y a su vez las plantas del seto nos impiden el acceso con el rotovator? Pues aquí nuestras queridas lombrices terrestres (ver Capítulo 3) tienen la solución, ya que en el mercado disponemos de humus de lombriz líquido que puede añadirse a los setos e islas de vegetación tanto de forma manual como vía riego por goteo.

Lee aquí la presentación de nuestra Guía para la implantación de plantas reservorio en las
explotaciones agrícolas.